miércoles, 14 de mayo de 2008

Jóvenes y Conducción: ¿Victimas o Culpables?

Parto de la base de que los jóvenes de Cali no sabemos que la actividad que más riesgo genera es salir a una vía pública, ya sea como peatón o conductor. Quiero decir que la ciudad tiene un alto índice de accidentalidad vial y que los jóvenes no tenemos conciencia plena y madura sobre lo que ocurre. Menos aún nos percatamos de que una de las principales causas de mortalidad vial somos nosotros. Y no nos percatamos tampoco de que somos victimas. Ahora bien, ¿quiénes son los responsables de esta ignorancia? Se supone que nosotros y la mala influencia de la televisión. Sin embargo, no nos damos cuenta de que la verdadera razón de este comportamiento -indebidamente informado- se manifiesta gracias a la familia y a la educación social.

La educación fundamental y primaria en la vida de cada ser humano se da en el hogar. De hecho, ninguna escuela tendrá efecto en un niño si no se le enseña a éste desde su casa, cómo comportarse de manera respetuosa con sus maestros y compañeros. Si bien es cierta esta percepción de la educación, lo que preocupa es que la enseñanza que se le está dando a los jóvenes en materia de conducción por parte de sus familiares, va en contra de lo estipulado por la normatividad vial impuesta por el Estado. Es decir que los parientes aún no comprenden que los jóvenes aprendemos por imitación o por mera idolatría, y esto está llevando a que los conductores novatos cometamos infracciones que atentan contra nuestra seguridad y la de los demás. En diversas teorías de aprendizaje de la psicología, esto está suficientemente comprobado. Por ejemplo, en la de Albert Bandura. En su Teoría del Aprendizaje por Observación, se refiere a que los niños tienden a imitar modelos implacables y agresivos de acción cuando ven el momento o el objeto indicado para rehacerlos[1]. Lo anterior se ve reflejado en un sondeo hecho por el Fondo de Prevención Vial a 500 jóvenes entre los 13 y los 24 años de las principales ciudades de Colombia. Los datos lanzaron que los jóvenes multados son frecuentemente hijos de padres sancionados por infracciones de tránsito, mientras que los jóvenes no multados suelen tener padres que cumplen las normas. Ese sondeo arroja, además, que el 70% de los jóvenes piensan que su padre excede los límites de velocidad porque no piensa que esta conducta sea peligrosa. Igualmente señala que uno de cada tres jóvenes que se saltan un semáforo en rojo, estima que su padre hace lo mismo, en tanto que la mitad de los jóvenes piensa que su padre no se pone el cinturón de seguridad porque no lo considera peligroso. Sigue diciendo ese mismo informe, por otra parte, que el 80% de los jóvenes afirman que las infracciones de las madres se producen, más por distracciones de ellas, que por no tener una adecuada percepción del riesgo.

Desde otra perspectiva, la enseñanza que se nos proporciona en las escuelas de conducción cuando vamos a adquirir la licencia del caso, es fácilmente olvidada o, sencillamente, nunca se implemen. Creo que es fundamental que se imponga la norma de que en las escuelas de conducción deben impartirse muchas clases teóricas aparte de las clases prácticas, las cuales deben ser también más abundantes. Como caso personal y particular, puedo contar que tengo un padre extremadamente perfeccionista, algo desconfiado y ciertamente paranoico con el tránsito de la ciudad en la que vivimos. Y es que no es para más, puesto que yo, su única hija de 16 años, habría de tomar cursos de conducción con un alguien que la va habría de pasear por todo Cali, 2 horas diarias durante 5 días seguidos.
Mi padre investigó con cautela varias academias de conducción y escogió una muy particular: la única en Cali certificada por Incontec con la norma ISO 9001:2000 sobre gestión de calidad. Él quedó tranquilo cuando me acompañó hasta la portería del edificio el primer día de lecciones en que el profesor me fue a recoger a mi apartamento, y se percató de que éste portaba un uniforme impecable, al paso que el carro se veía en buen estado.
Al cabo de los 5 días finalicé mis lecciones con plena satisfacción; debo confesar, eso sí, que me llamaron la atención por la velocidad que desplegaba a veces al manejar por las calles de la ciudad. En el paquete completo de la escuela, estaba estipulada la asistencia obligatoria a 6 horas de clases teóricas en las que me dieron información sobre todo lo referente a señalización, comportamiento vial y mecánica. Fue por eso que yo pienso que me había convertido en una conductora responsable, aunque sin la experiencia necesaria.
Infortunadamente, no todos los jóvenes de Cali corren con la misma suerte mía de tener un padre que quiere y puede pagar lo mejor para su hija. En Cali, el número de escuelas sin certificación mínima de lecciones de manejo es casi del 30%. Refiriéndome de nuevo al sondeo anteriormente citado, es oportuno decir que el 48% de los consultados sabe manejar carro, pero tan sólo el 25% de los mismos tomó un curso en alguna escuela de la ciudad. Por otro lado, el 70% adujo que aprendió a conducir bajo la dirección personal de un familiar o de un amigo.

El año pasado (2007), las vías de la capital del Valle se convirtieron en un campo de batalla. Los 21.807 accidentes de tránsito que se presentaron en los doce meses así lo demuestran”, informa el diario El País de nuestra ciudad. Se trata de una cifra preocupante que recopila la Secretaría de Tránsito Municipal. ¿Cómo podemos ver esta cifra sin que nos preguntemos qué es lo que ocurre? En comparación con los años anteriores, se generó un incremento de un 27,6% de accidentes de tránsito, pues se ocasionaron 6.019 accidentes más. La inquietud no es gratuita. El 30% de las personas que murieron el año pasado en las vías de la ciudad, fueron jóvenes entre 15 y 25 años. Los eventos fueron variados: algunos murieron cuando iban en bicicleta o porque fueron atropellados mientras atravesaban calles, en tanto que otros se estrellaron en sus carros y en sus cuerpos se encontraron trazos de alcohol o drogas.
“Para completar el preocupante panorama, el 82% de los universitarios y el 56% de los estudiantes de los últimos grados de colegio reconocen que han consumido alcohol hasta emborracharse, por lo menos una vez en su vida, y en promedio cada vez que toman licor consumen 7,5 tragos […] El 57% de los jóvenes se subirían al carro de un amigo o novio que manejara con tragos y el 47% de los adolescentes considera que se exagera cuando se dice que después de tomar un trago no se debe manejar. Lo peor es que el 24% de los consultados piensa que si la persona maneja bien no importa que consuma algunos tragos” De esta manera, El País amplía la información precedente.
El alcohol hace que muchos jóvenes nos sintamos grandes y especiales, a más de que también satisface la ansiedad que tenemos de experimentar lo nuevo y desconocido. La primera vez que probé el alcohol fue a los 15 años cuando tomé de una caneca de aguardiente que habían comprado mis amigos en un bingo bailable en mi colegio. No es mi mayor orgullo, pero tampoco me arrepiento, ya que soy una persona bastante inquieta y necesito experimentar lo que me llame la atención. Creo que la mayoría de los adolescentes piensan de igual manera. Ello se debe claramente a la ignorancia y a la sed de experiencia que se experimentan en esta edad, porque es claro que no sabemos absolutamente nada de nada. A nuestra edad la vida es asimilada como algo efímero que no requiere de responsabilidades alternas, lo que conlleva a que caigamos en los constantes actos necios, intrépidos y temerarios de nuestras existencias. Alguien me dijo una vez: “Las locuras es de lo único que nunca nos arrepentimos en la vida”, y pienso que tiene mucha y aquilatada razón.
Sin embargo, vale arrepentirse mil vidas si por una de esas locuras se le arrebatara por uno la vida a una familia que va cruzando la calle por la cebra peatonal. Definitivamente hay límites para la estupidez adolescente, y conducir embriagado, los sobrepasa. En primer lugar, beber es un recurso social para interactuar y hacer las cosas más fáciles. El 45% de los consultados en el sondeo del Fondo, dice que toma alcohol porque se siente contento, alegre y simpático frente a sus amigos. Esto es intolerable cuando un joven lo hace a sabiendas de que conducirá. ¿Dónde queda el slogan tan repetido “Cuando vayas a beber, entrega las llaves”? En una propaganda de hace muchos años que ya “nada que ver”. Porque el que maneja bebido es el “berraco” y el “duro”.
En segundo lugar, tras haber consumido de 3 a 6 tragos se pierden los reflejos y la capacidad motriz se entorpece. En esos momentos y bajo esos efectos, el riesgo de sufrir accidentes se incrementa de manera considerable. Siendo esto así, tan sólo el 46% de los jóvenes caleños considera que se debe haber ingerido muchos tragos para poder ocasionar un accidente de tránsito grave. Por eso es inconcebible la falta de razón y prudencia que la juventud puede tener.

Finalmente, las alarmantes estadísticas obligaron a que el Fondo de Prevención Vial de Colombia iniciara unas jornadas de educación en los colegios de todo el país, denominadas “Toma a Colegios”. Esta jornada tiene como objetivo sensibilizar y facultar a niños y jóvenes de manera lúdica en contenidos relacionados con la seguridad vial. Aunque el objetivo es claro, también se busca motivar a los planteles para que implementen este tipo de actividades en sus Proyectos Educativos para que los jóvenes tengamos bases reales y confiables sobre la responsabilidad que se tiene al salir a las vías de la ciudad. Sin embargo, debemos preguntarnos sobre su efectividad en los jóvenes, cuando sabemos que en Colombia, según el Ministerio de Educación[2], hay 55.057 establecimientos educativos, y este programa se desarrollará, tan sólo y durante este año, en 300 colegios a nivel nacional. Se hace necesario, entonces, que desde el hogar se genere una conciencia colectiva sobre las responsabilidades que existen al manifestarse sobre las calles de la ciudad, y que los padres tomen una postura correcta cuando ellos conduzcan con sus hijos. Es importante, adicionalmente, que el Estado legisle con mayor énfasis aumentando la intensidad y el tiempo para los cursos prácticos y teóricos de conducción automovilística, que hayan de seguirse impartiendo en todas las escuelas de conducción existentes en el país. Los actuales cursos no son suficientes. En países como España, la licencia de conducción cuesta entre 1000 y 2000 euros, y el tiempo promedio de lecciones es de 6 meses. Queda faltando, entonces, la respuesta a este dilema: ¿somos realmente los jóvenes las víctimas de este sistema de conducción, o somos ciertamente los culpables por no ser conscientes de nuestras actitudes cuando conducimos?.
[1] Albert Bandura, Teoría del Aprendizaje Observacional. http://albert-bandura-teoria.blogspot.com/
[2] http://menweb.mineducacion.gov.co/info_sector/estadisticas/index.html